"La fecundación se inicia, por tanto,
con el reconocimiento específico y
activación mutua de los gametos paterno y materno.
En la zona en la que el espermatozoide alcanza al óvulo
se da una liberación de iones calcio,
que difunden como una estela hacia la zona opuesta
–con zonas de mayor a menor concentración de estos iones–
que traza el eje dorso-ventral del cuerpo."
Dra. Natalia López Moratalla
Esta liberación de iones de calcio se puede observar en el siguiente video:
"Conception, calcium ion wave.wmv":
en ese momento,
cuando ya está polarizada la célula y ya es asimétrica,
con una zona muy rica en calcio y la otra pobre,
da un fogonazo de luz,
o sea, refleja la luz al ser polarizada.
Realmente hay un encendido luminoso con esa imagen.”
cuando ya está polarizada la célula y ya es asimétrica,
con una zona muy rica en calcio y la otra pobre,
da un fogonazo de luz,
o sea, refleja la luz al ser polarizada.
Realmente hay un encendido luminoso con esa imagen.”
Dra.
Natalia López Moratalla
Ver concretamente a partir del minuto 3:25 del video Parte 3 de 8
de su conferencia del 19 junio de 2009 en Zaragoza titulada:
"Lo que aporta la ciencia
al conocimiento del carácter personal del embrión":
Ver conferencia completa:
http://lavidaintrauterina.blogspot.com.es/2015/06/lo-que-aporta-la-ciencia-al.html
"Hace unos treina años vi por primera vez
las imágenes reales del encuentro en el laboratorio
de un óvulo y un espermatozoide.
El técnico que lo grababa iba comentándolas.
(…)
En un momento dio un fogonazo
y quedó encendido un halo de luz.
El comentarista exclamó:
¡es el Sol de la vida!”
Dra. Natalia López Moratalla
A continuación el capítulo 4 extraído del libro El primer viaje de la vida de la Dra. Natalia López Moratalla y publicado en el año 2007 en Madrid por Ediciones Palabra.
Moratalla
es Docente, investigadora y divulgadora científica. Licenciada en
Ciencias Químicas y Doctora en Ciencias Biológicas. Catedrática de
Bioquímica y Biología Molecular. Presidenta Honoraria de la Asociación
Española de Bioética y Ética Médica AEBI.
(Nota: Las negritas son añadidos
de La Vida Intrauterina)
Avisa su aparición
Hace unos treinta años vi por primera vez las imágenes reales del encuentro en el laboratorio de un óvulo y un espermatozoide. El técnico que lo grababa iba comentándolas. Esa bola estática que es el óvulo envuelto en su coraza empezó a cambiar de forma. Era como una masa plástica que se abultaba en la zona por donde había penetrado el espermatozoide fecundante y poco a poco recuperaba su redondez. En un momento dio un fogonazo y quedó encendido un halo de luz. El comentarista exclamó: ¡es el Sol de la vida! Después, rápidamente, volvió a moverse rítmicamente; se fue yendo la masa hacia dos polos y se le estrechó el centro, como una cintura, y acabó siendo dos bolas muy juntas, que ya no dejaban de agitarse.
Después he sabido por qué, cuando se genera el nuevo ser, emite luz. De hecho, para los técnicos que hacen que se encuentren los gametos de uno y una en su laboratorio, ese halo de luz es un indicador de que la fecundación artificial ha ido bien y ha terminado. Sin retrasos ni adelantos, a tiempo justo, será un organismo de dos células. Se ha formado un “buen embrión”.
Esto es lo que ocurre paso a paso. Tras incorporarse al óvulo, el ADN de la herencia paterna (pronúcleo paterno) cambia de estructura y se expande, gracias a los factores que encuentra en el citoplasma del óvulo. El ADN materno sigue en su sitio (la “zona materna”, que llamamos polo animal) casi pegado a la superficie interior. El ADN tiene las dos copias aún; pero, con el reconocimiento del gameto paterno, suelta hacia fuera una de las mitades (es lo que llamamos corpúsculo polar), y la que queda es el pronúcleo materno, la aportación genética de la madre al hijo que se está formando. El pronúcleo paterno atrae al materno enganchándole hacia sí con unos filamentos que construye con moléculas de proteínas (la actina, entre otras) y gracias a los iones calcio que el propio óvulo le prepara en esa “zona paterna”.
Los pronúcleos de ambos progenitores se van juntos hacia el centro del óvulo, reúnen la dotación genética y se reorganizan a ambos lados de un plano en esa célula esférica, que ya es el nuevo ser y al que denominamos cigoto. Los movimientos son rítmicos; es como la danza de la creación de nueva vida desde la vida propia.
Pero eso no es todo. Los iones de calcio, concentrados en la “zona paterna” del hijo en formación, han ido difundiendo de forma precisa, como una onda, dejando un gradiente de concentraciones: más iones en la zona de partida, menos hacia el centro de la esfera y menos aún en el extremo opuesto. Los iones son señales o avisos de actividad; al paso de la onda se pone en marcha la síntesis de proteínas, ocurren cambios en la composición de la membrana que fue del óvulo, pasa a ser mezcla por fusión de membranas de ambos gametos y adquiere diferentes componentes que ya son del hijo. Más aún, la onda de iones calcio ha ido produciendo formación y rotura de los filamentos que forman el esqueleto de las células (el citoesqueleto) y, en esa movida, los componentes del interior del óvulo (los RNA, las mitocondrias, etc.) se distribuyen de manera asimétrica.
El óvulo maduro es, de suyo, una célula un tanto asimétrica; ya hemos dicho que su núcleo tiene una localización excéntrica que permite la existencia del polo animal, e incluso algunos componentes no están uniformemente repartidos. Pero, con su fecundación, esta asimetría heredada se amplía y el cigoto se constituye como una unidad celular polarizada, totalmente asimétrica. Esta es la razón por la que, si un cigoto se pone a la luz, la polariza y emite ese halo que no deja de impresionar a quien lo ve. Como el encendido del plató en que empieza a representarse una obra ante el público.
En el silencio y recia penumbra de la intimidad del cuerpo de la madre, el fogonazo del Sol de la vida del hijo se percibe de otra forma. No necesita avisar que está ya ahí. Si se ha concebido un hijo, ha sido en la libertad de la naturaleza; y, por tanto, el cuerpo de la madre es en ese momento de su ciclo femenino tierra fértil, húmeda y cálida. Los padres que han creado ese espacio procreador sabían que el hijo podía llegar a la existencia porque la mujer era fecunda en ese tiempo. El conocimiento de la verdad del cuerpo femenino les hace libres para engendrar en su mutuo amor personal. Y el cuerpo fértil sabe recibir el aviso de la fecundidad y comienza el diálogo con su criatura para que eche a andar el camino, sin luces extras.
Se inicia la expresión del genoma propio del hijo que es suyo y diferente de la suma del material genético recibido de los padres. En efecto, durante la fecundación, el ADN de ambos progenitores, el patrón propio de la impronta parental de cada uno cambia (mediante el cambio químico que consiste en la metilación y desmetilación de la citosina, que es una de las 4 bases del ADN) y pasa a ser su propio patrón. La dotación genética recibida es de por sí asimétrica. Y la modificación se realiza también de forma asimétrica y diferente en los cromosomas de origen paterno que en los de origen materno, durante la fecundación.
Dra. Natalia López Moratalla, 2007
Me parece muy oportuno recordar aquí una bellísima canción "Fecundación Sagrada" del grupo Tribu (aunque ya la recomendé en 2011) donde desde la música, la poesía, la intuición y el respeto por el misterio de la Vida se refieren precisamente a la mujer embarazada como quien “guarda el sol en su vientre”:
Fecundación
sagrada:
Qué
mujer eres tú
Que
guarda el sol en su vientre
Qué
mujer eres tú
Mujer
serpiente.
Mujer
venado
Águila
mujer
Mujer
jaguar
Mujer
mujer.
Corazón
moreno
Con
un signo de luz
Y
tu vientre gestando al sol
Mujer
lucero.
Mujer
venado
Águila
mujer
Mujer
jaguar
Mujer
mujer.
Mujer
de tierra
Mujer
de mar
Mujer
montaña
Mujer
de arena
Geografía
de mujer.
Hermosa
mujer de amor
Mujer
hermosa
Mujer
fecunda
Corazón
del mundo mujer
Mujer
de amor.
Mujer
venado
Águila
mujer
Mujer
jaguar
Mujer
mujer.
Tribu
CD Razteca
“Todos somos hijos del Sol”
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