El lenguaje inclusivo del sentido común, el de toda la vida, es el que habla un pueblo. Es el lenguaje vivo que expresa una comunidad de personas con el objetivo de poder comprenderse mutuamente y convivir permaneciendo cohesionadas. Utiliza palabras sencillas y comprensibles por todos, porque su objetivo es la unión y el entendimiento mutuo; además, las cosas que importan de verdad en la vida son muy sencillas. Una lengua pertenece a un pueblo vinculado estrechamente a una geografía y a un tiempo.
Después del bombardeo ideológico del género, los discursos del pueblo han perdido fuerza comunicativa. El contenido se pierde en la forma. La gente está más pendiente de nombrar todos los masculinos y femeninos en vez de atender al mensaje en sí mismo, con lo que resta al objetivo de la comunicación.
Si antes con una sola palabra se incluían los 2 sexos y era de común comprensión y permitía que los discursos fueran más concisos, claros, eficaces y contundentes ahora asistimos a un desfile verborreico innecesario donde una palabra excluye a otra.
Hasta en discursos de personas muy eruditas, entran a menudo en contradicciones pretendiendo ser políticamente correctos. Por la fuerza del verdadero lenguaje inclusivo, en momentos donde la persona se vuelca en el mensaje en sí y se olvida de machos y hembras, deja de seguir el protocolo establecido por lo que da pie a la duda lógica, aunque ridícula argumentalmente, sobre si tal acción entonces sólo la hacen los machos o sólo las hembras según el caso, porque que se ha olvidado ahí de desglosarlo en masculino y femenino como llevaba haciendo todo el rato.
El lenguaje inclusivo del sentido común permanece latente pese a todo el despliegue de “padres y madres”, “hijos e hijas”, “niños y niñas”, “alumnos y alumnas” o “ciudadanos y ciudadanas”. Creyendo que están “incluyendo”, en realidad están obedeciendo al “divide y vencerás” del enemigo del pueblo.
Incluso conceptos de extremo valor como “persona”, “familia”, “hombre”, “ser humano”, “vida”, “nacimiento”, “padre”, “madre”... se llegan a poner en duda, cuando justamente están entre nuestras armas más temidas para ellos. Y los utilizamos como lo hemos hecho toda la vida, de manera transparente, clara y evidente. No porque ahora en un papelito escrito por cuatro enfermos les dé por poner otro significado vamos a dejar de hablar nuestra lengua viva con la intención pura y noble con la que siempre lo hemos hecho.
Coincidentemente justo ahora, cuando estamos en medio de una guerra, un ataque feroz contra el ser humano, que se libra sobre todo en el terreno de la mente y el lenguaje, pero también en el plano físico. Qué casualidad que vayan atacando las palabras más importantes que definen y defienden nuestra humanidad y nuestra naturaleza. ¿A qué le estamos dando más poder, a la visión parcial de unos pocos que no son ni de los nuestros, o a nuestra visión común? Que se vayan con sus normas y definiciones perversas y malintencionadas a otra parte del universo.
Con esta moda de la corrección política lingüística se producen también situaciones muy pintorescas según en qué contextos te encuentres. Mientras unos hablan como de costumbre, otros hablan caprichosamente siempre en femenino alegando que se refieren a “personas”, otros religiosamente procuran recitar siempre el masculino y el femenino como buenos ciudadanos y ciudadanas, otros hablan con e's, otros con @'s o x's aunque les cueste pronunciarlo, otros se autodefinen con palabras y conceptos tan marcianos que parece que no sean ni de aquí, y los hay que llegan a extremos sinceramente muy preocupantes de no saber ni cómo poder autonombrarse: dudan si son “personas”, “humanos” o solamente “seres vivos”...
Si tenemos que mejorar el lenguaje, dejar de utilizar ciertas palabras o inventar otras de nuevas que representen mejor los conceptos que deseamos comunicar, lo vamos a hacer entre todos nosotros, los de abajo, en debates, asambleas, de común acuerdo, contemplando y escuchando todos los puntos de vista. Pero en medio de la batalla, cuando hay gente muriendo y mucha está en grave peligro, ¡sobre todo los niños!!!, no es momento de este tipo de divertimentos. Toca defenderse. Hay que estar al pie del cañón, y darles con las armas que más les duelen: justo los conceptos vinculados a nuestra identidad y naturaleza más esencial, tan desnuda y desprovista de máscaras como la forma natural en que venimos al mundo. Dices “¡Amor!, y ya les sale urticaria.
Este lenguaje inclusivo vivo, el del sentido común, es el que dice, por ejemplo en la siguiente frase de contenido inventado:
“Los leones son unos animales salvajes muy diferentes de los caballos especialmente en la crianza de sus hijos transmitida por sus ancestros.”
¿No es esta frase más contundente, eficaz y clara que la que sigue más abajo aunque no sea políticamente correcta? Además, ¿por qué le damos más validez a una supuesta corrección política cuando la política de hoy en día no tiene nada de correcto?:
“Los leones y las leonas son unos animales salvajes muy diferentes de los caballos y las yeguas especialmente en la crianza de sus hijos e hijas transmitida por sus ancestros y sus ancestras.”
En la primera frase, “leones” alude al concepto genérico “león” en el sentido de unidad, de estar en otro nivel más allá de la diferenciación de sexos. “Leones” se refiere a un solo ser unificado, indiferenciado, a la unidad “león”, al campo mórfico “león”. En esa unidad la diferenciación de sexos queda incluida o ni siquiera es relevante porque en ese contexto referirse a ella es cambiar el contenido del mensaje, tergiversarlo o dificultar enormemente su comprensión. Es como decir “hombre y mujer” o decir “ser humano”; el concepto “ser humano” está más allá de la diferenciación de sexos, es una unidad conceptual que permite hablar desde otra perspectiva más amplia, abarcante y cohesionada.
Que en ese papelucho pongan lo que quieran; eso no pertenece al pueblo. Ésa no es nuestra lengua. Estamos dejando que unos pocos intrusos nos cambien, sin pedirnos ni permiso, nuestra manera acordada de hablar, de ver el mundo, de vivir nuestra vida, de poder comprendernos los unos a los otros (que ya es difícil aún hablando una misma lengua...) y de poder permanecer juntos, unidos, fuertes e íntegros.
Nuestra lengua es nuestra
y está viva
porque vive en nosotros.
“¿Qué pueblo que no sea una cultura funeraria
tiene academias de la lengua?”
Antonio Escohotado
“El plural siempre ha sido inclusivo”
Carme Jiménez Huertas
El género gramatical no existe:
La invención de la marca de género
http://carmejhuertas.blogspot.com/2017/06/la-invencion-de-la-marca-de-genero.html
http://carmejhuertas.blogspot.com/2017/06/la-invencion-de-la-marca-de-genero.html
El género gramatical no existe
La inexistencia del genero gramatical en nuestra lengua madre
Video: El diputado Steffen Königer
dando la bienvenida a todos los “géneros”:
Video: No venimos del latín: